miércoles, 23 de septiembre de 2009

Academia del Beso. Como dar un Beso

¿Se queda dormida? Quizá sea la hora de cambiar de técnica. Toma nota de los besos que se enseñan en la “Academia del beso” de Seattle (EE.UU.) y ahórrate los 300 euros del curso:

Beso Mordisqueante.- Aprieta uno de sus labios entre los tuyos como si quisieras morderlos.

Beso Húmedo. Parecido al anterior, pero succionando levemente sus labios en lugar de apretarlos.

Beso Aspirado. Aprieta tu boca entreabierta contra la suya cerrada y aspira con fuerza (rarito, la verdad).

Beso Robado. Sin previo aviso, uno se abalanza sobre el otro y le estampa un beso rápido.

Beso Dominante. Cógela del cuello con energía (sin hacerle daño) y aprieta tu boca contra la suya.

Beso De jinete. No tiene mucho secreto, pero nos gusta: ella se monta a horcajadas sobre tu regazo y, bueno, os besáis.

Beso Palpitante. Mueve sólo el labio inferior (sí, el de abajo) y dale golpecitos a sus labios.

Beso De tornillo. Todo un clásico: su lengua y la tuya tratan de enroscarse la una a la otra.

Beso Mariposa. Acariciar con las pestañas cualquier parte de su cuerpo. Algo cursi, sí, pero a ellas les encanta.

Beso De vaca. Dale un lamentón de abajo a arriba. No, no hace falta que sea por la cara.

Besos Encadenados. Todos los anteriores en secuencia (a elegir según gusto del consumidor).

Beso A traición. Nuestro favorito: al dar los dos besos de saludo, mueves rápidamente la cabeza y le besas los labios.

Aprender amar a tu pareja

Con frecuencia se escucha en matrimonios con problemas, una expresión muy significativa: “somos muy diferentes”. Y no se cae en la cuenta que el problema no está en ser diferentes, sino en comprender esas diferencias. Lo primero no se puede evitar.

Lo segundo es una conquista. Una buena comprensión del sexo opuesto ha salvado muchos matrimonios.

Diferentes en los valores

La queja más frecuente respecto a los hombres de parte de las mujeres es la de que estos no escuchan. El hombre generalmente o no le hace caso o escucha sólo unas palabras y a continuación da una solución. Además el hombre termina confundido, porque a ella parece ser que eso no le basta. Y en general sucede que la mujer desea solidaridad y comprensión y el hombre piensa que ella necesita soluciones.

La queja más frecuente de los hombres respecto a las mujeres es la de que ellas siempre están intentando cambiarlos. Cuando una mujer quiere a un hombre, se siente responsable de contribuir a su crecimiento e intenta ayudarle a mejorar su modo de hacer las cosas. Por mucho que se resista a su ayuda, ella persiste y busca cualquier momento para decirle lo que tiene que hacer. Ella cree que le está ayudando y él que le está controlando. Lo que él desea de la mujer es aceptación.

¿Por qué pasa esto?


1. El hombre.

Los hombres dan valor al poder, a la competitividad, a la eficiencia, al logro. Siempre están haciendo cosas para demostrar su valía, para desarrollar su poder y sus capacidades. Eso define su sentimiento del yo. Se realizan a través del éxito y del logro. De ahí incluso sus gustos: el deporte, la caza, la acción... Les tiene generalmente sin cuidado las novelas románticas y los libros de formación personal.

Se interesan más por los objetivos y las cosas que por la gente y los sentimientos. A los hombres les preocupa las cosas que pueden ayudarles a manifestar poder mediante los resultados y la consecución de sus objetivos. Y todavía mejor si lo hacen solos. La autonomía es un símbolo de eficiencia, poder y competencia.

Comprender esta característica puede ayudar a las mujeres a entender por qué los hombres muestran tanta resistencia a que se les corrija o se les diga lo que tienen que hacer. Ofrecer a un hombre un consejo que no ha pedido, equivale a suponer que no sabe lo que debe hacer o que no es capaz de hacerlo solo. Los son muy sensibles a esta cuestión. También a esta luz debe entender la mujer por qué el hombre habla poco de sus problemas y se los guarda para sí. Pedir ayuda sería una señal de debilidad. Sin embargo, cuando necesita ayuda, pedirla es una señal de sabiduría. Y en ese caso buscaría a alguien que le merezca consideración.

Soluciones para estas situaciones
Finalmente, todo lo anterior es una de las razones por las que los hombres ofrecen de manera instintiva soluciones cuando las mujeres les hablan de sus problemas. El hombre en estas situaciones se pone el título de “arreglalotodo” e intenta dar consejos para demostrar su cariño. Quiere ser útil; cree que con sus consejos va a ser más valorado. No se da cuenta de que puede ayudar a una mujer con solo escucharla.

2. La mujer

Las mujeres no tienen los mismos valores. Dan importancia al amor, a la comunicación, a la belleza, a las relaciones. Dedican más tiempo a apoyarse, a ayudarse, a cultivarse. Sus sentimientos y la calidad de sus relaciones definen su sentido del yo. En esto encuentran su realización. Y, en consecuencia, todo en ellas refleja estos valores. Más que construir autopistas, les interesa convivir en armonía, en comunidad y en amorosa cooperación. Es un modo opuesto al del hombre.

Les encanta una ropa diferente cada día, según se sientan. Es para ellas muy importante la relación personal, especialmente en relación con sus sentimientos. Pueden incluso cambiarse se ropa varias veces al día según sean sus estados de ánimo.

Importancia primordial tiene para la mujer la comunicación. Manifestar los propios sentimientos es mucho más importante que alcanzar metas o éxitos. Hablar y relacionarse entre ellas es fuente de enorme satisfacción. Al hombre le resulta difícil entender esto. Las mujeres están orientadas hacia las relaciones y no los objetivos.

Les importa más expresar su bondad, su amor y su afecto. Así por ejemplo dos hombres se encuentran para almorzar porque ven en el hecho de ir al restaurante una forma práctica de conseguir alimentación y tratar un asunto. Para dos mujeres es una forma de cultivar una relación, en donde se van a dar apoyo mutuo. Tienden las mujeres incluso a ser muy francas e íntimas.

La mujer además es muy intuitiva, en el sentido de una capacidad de prever las necesidades ajenas. Entre mujeres ofrecer ayuda no es ni una ofensa ni necesitar ayuda una señal de debilidad. Lo mismo en el hombre sí puede serlo. Para ella el que alguien le ofrezca ayuda es un galardón: hace que se sienta amada y halagada.

3. Soluciones para estas situaciones

a) Para la mujer: deja de dar consejos. Un ejemplo: se hace un viaje y después de perderse, se dan cuenta que llevan dando vueltas al mismo sitio. Ella sugiere pedir ayuda. Él se enfada. ¿Qué ha pasado? El mensaje real ha sido el siguiente: ella dice: yo te quiero, me preocupo por ti y te ofrezco mi ayuda. Él entiende: no confío en que llegues a donde vamos; eres un incompetente. ¿Qué hacer? Tratar de manifestar que se comprende lo que él está haciendo por ella, aunque sea con el silencio. Cuando una mujer ofrece un consejo que no se le ha pedido e intenta ayudar a un hombre, no se da cuenta de lo crítico o poco afectuoso que puede parecerle a él su gesto. Más aún, es muy posible que el hombre se sienta más susceptible con las cosas pequeñas que con las grandes.

No caigas varias veces en el mismo error
b) Para el hombre: aprende a escuchar. Los hombres deben recordar que las mujeres hablan de sus problemas para intimar y no precisamente para conseguir soluciones. A menudo la mujer sólo quiere manifestar sus sentimientos acerca de cómo le ha ido un día y el esposo creyendo ayudar la interrumpe y le ofrece una retahíla de soluciones. Y no entiende en consecuencia por qué esto le sienta mal a ella. Un ejemplo: no me queda libre ni un minuto (dice ella). Deberías dejar ese trabajo (dice él).

El trabajo me gusta, lo que pasa es que... (dice ella). Tú haz sólo lo que puedas (dice él). Ya lo hago. Es increíble, pero hoy no he llamado por teléfono a mi mamá (dice ella). No te preocupes. Lo entenderá (dice él). Pero no te das cuenta que está muy sola (dice ella). Te preocupas demasiado, y por eso vives infeliz (dice él). Entonces se enfada y grita: es que no me escuchas. Un modo de relacionarse con la mujer es escucharla con solidaridad y comprensión.

Síntesis: los dos errores que más se cometen:

Cuando la mujer está disgustada, el hombre trata de cambiar sus sentimientos convirtiéndose en el señor “todo arreglado” y ofreciendo para sus problemas soluciones que descalifican sus sentimientos.

Cuando un hombre comete errores, la mujer intenta cambiar su conducta convirtiéndose en el comité para la mejora del hogar y ofreciendo consejos no solicitados.

4. En defensa de ambos

Al afirmar lo anterior no se dice que no haya cosas buenas en ambos en su forma de intervenir. El error realmente no es de fondo, sino de forma. La mujer aprecia la presencia del “arreglalotodo”, siempre que no aparezca cuando esté disgustada. El hombre aprecia la presencia del “comité para el arreglo del hogar siempre y cuando él lo haya pedido”. La comprensión de estas diferencias hace que sea fácil respetar la sensibilidad del otro y prestarle apoyo.

Cuando una mujer se resiste a las soluciones que le ofrece el hombre, éste siente que se está poniendo en cuestión su competencia. Por ello su disposición a escuchar también sufrirá menoscabo. Breves ejemplos de cómo el hombre puede por error invalidar sentimientos o bien ofrecer soluciones no deseadas: “No deberías preocuparte tanto”. “Pero eso no es lo que yo te he dicho”, “Muy bien, lo siento. ¿Por qué no lo olvidamos?”, “pero sí hablamos de ello”, “no deberías tomártelo así”, “muy bien, yo limpio el...”, “si vas a quejarte luego, no lo hagas”, “de ahora en adelante yo me encargo”, “te importaría ir al grano”.

Cuando el hombre se resiste a las sugerencias de la mujer, ella cree que él es un orgulloso y que no la apoya. Algunos ejemplos de cómo la mujer puede molestar al hombre dando consejos o críticas aparentemente inofensivas: “¿Cómo se te ocurre comprar eso?”, “los platos están todavía mojados”, “llevas el pelo muy largo”, “hay sitio para aparcar ahí, no lo has visto?”, “no lo pongas ahí, se va a perder”, “deberías llamar al fontanero, porque...”, “deberías pasar más tiempo con los niños”, “¿Cómo puedes pensar en ese despacho tan desordenado”, “Conduces demasiado deprisa”, “deberías haber llamado, pues no sé dónde estabas”, “las patatas fritas tienen mucho aceite, no son buenas para tu corazón”, “esa camisa no va bien con esos pantalones”...

Explota el poder de las caricias

Existen caricias que causan ternura. Otras consuelan y las hay que animan. Algunas son muestras de amistad y muchas desatan el deseo y la pasión.

Pero todas ellas forman parte de un lenguaje íntimo que nos ayuda a expresar nuestros sentimientos. Una forma de comunicación al alcance de nuestras manos.

Acariciar y ser acariciado no es sólo un inmenso placer sino también una necesidad para nuestro equilibrio emocional. Un código de comunicación más rico y sofisticado que las propias palabras.

Pero, cada vez nos alejamos más del contacto físico. La comunicación táctil es una de las que menos se prodigan, a pesar de ser el mejor vehículo para crear bienestar entre dos personas, para reforzar la palabra que a veces se queda un poco huérfana. Y es que en la caricia, instinto arcaico, convive lo animal y lo humano, por ser la piel receptor de sensaciones.

Pero las caricias no sólo se enmarcan en el ámbito social, también son claves para no cometer errores en el intercambio sexual. La forma en que nos toca nuestra pareja, nos roza la cara o nos coge la mano, son un código íntimo sólo descifrable entre dos.

¿Por qué es tan importante acariciar y ser acariciado? El hombre no se mantiene únicamente con alimentos y líquidos, también necesita del afecto para sobrevivir. Somos seres sociales por naturaleza y sin contacto físico podemos enfermar e incluso morir. Estudios científicos del siglo XX aportados por los doctores Chapín, Banning, Spitz y Bowlby, entre otros, así lo ratifican. Estos especialistas han demostrado, con años de rigurosa investigación, que la falta de caricias puede provocar retraso en el desarrollo psicológico y una degeneración física capaz de acabar en un desenlace fatal, a pesar de tener el alimento e higiene necesarios para asegurar la supervivencia. Desde el punto de vista psicológico, los especialistas también han constatado que quienes durante su infancia no sintieron el contacto de una caricia son más proclives a mostrar dificultades para dar o recibir afecto y expresar su emotividad. Son los que habitualmente reciben el calificativo de personas ‘frías’, que consideran el contacto físico con los demás como algo ‘sucio’.

Esta incapacidad para ‘tocar’ y ser ‘tocado’ conlleva problemas en la comunicación y en la gestión de la agresividad. Estar con el ánimo bajo, triste e irritable, pueden ser síntomas de que alguien se encuentra ‘desacariciado’. Porque acariciar estimula las endorfinas que nos hacen llevaderas el dolor y conducen al bienestar. El mejor medicamento para paliar el estrés y la ansiedad.

La caricia como canal de comunicación en la pareja
Las caricias en una pareja no siempre tienen connotaciones sexuales. Es uno de los mejores canales de comunicación que existen y hay que explotarlo porque, en ocasiones, se hace más fácil demostrar el amor con una caricia, que con las palabras.

Psicológicamente hablando, el término ‘caricia’ no lleva implícito el contacto cuerpo a cuerpo. Existen muchas clases de caricias que se pueden manifestar de forma física (un abrazo, una palmada, un roce), de forma verbal (una palabra bonita o un tono de voz amigable) o de forma no verbal (una sonrisa, un guiño de ojos, una mirada profunda). Toma nota.

Caricias reparadoras. En pelo, rostro, nuca, manos, cuello, espalda… En forma de roce, abrazo, masaje… Todo sin segundas intenciones, sólo para demostrar un sentimiento, una proximidad, una estabilidad emocional. Un contacto físico muy positivo y extremadamente agradable cuando se recibe de la pareja.

Caricias para los oídos. En psicoterapia se habla de caricias auditivas. Piropos o palabras capaces de agradar cuerpo y mente, de besar, abrazar, envolver, sanar. Un buen complemento para las caricias manuales, ya que las caricias del alma son tan importantes como las del cuerpo.

Caricias visuales. Mirar a alguien con amor también es una forma de acariciar. La mirada del otro suele ser uno de los puntos más seductores en la pareja, puesto que es difícil engañar con los ojos. Su poder reforzará la relación o, muy al contrario, provocará el desengaño amoroso.

Frente a la comunicación a distancia que la tecnología nos ha impuesto hoy en día a través de Internet o el teléfono móvil, las caricias pueden ser un revulsivo contra una sociedad cada vez más estresada que lanza gritos sordos y desesperados solicitando contacto físico, ideal ‘sesentero’ en pleno siglo XXI. La vuelta a las raíces de las relaciones humanas para luchar contra la depresión, el mal humor, la angustia y la tristeza.

La caricia como preliminar
Cuando nos referimos al juego amoroso, las caricias abren las puertas a la exploración de los cuerpos. El vello se eriza, surgen escalofríos y la emoción se despliega, lo que lleva a la excitación. El sentirnos amados y deseados asegura el éxito de la relación.

Es la exploración de los cuerpos, intercambios de caricias que descubren puntos de placer en la piel de la pareja, sin temor y sin prisa por llegar al acto sexual. Un gesto dulce y satisfactorio que descubren un mundo de sensaciones en el que sumergirse. Es el ritual amoroso.

Pero, ¿cuáles son las zonas más receptivas?, ¿cómo procurar placer a través de las caricias?, ¿cómo abandonarse cuando nos las proporcionan?, ¿cuáles son las caricias más sugerentes?, ¿y las infalibles?

Acariciar es un arte que no se aprende de la noche al día. La piel está compuesta de infinidad de puntos sensibles que deben ser descubiertos poco a poco.

Uno de los grandes errores de la sexualidad es concentrar las caricias únicamente en las zonas erógenas. Esto convierte al acto en algo triste, vacío y pobre. Bien es sabido que el cuerpo de la mujer necesita una estimulación física y emocional variada y diversa para conseguir un nivel de excitación adecuado. Cuanto más tiempo se dedique a la estimulación propia y de la pareja, tanto más placentera será esa relación y más intensamente se vivirá el orgasmo.

El número de caricias que se pueden realizar es directamente proporcional a la imaginación del que acaricia. Orejas, cuello, boca, nariz, mejillas, pecho, espalda, costados, vientre, muslos, ombligo y pies, son zonas altamente erógenas. Los labios, lengua y manos te ayudarán a recorrer todas las partes de su cuerpo. Pequeños mordiscos, palmaditas delicadas o pellizcos suaves constituyen otras formas de acariciar.

Existe un término anglosajón que reúne muy bien este abanico de juegos sexuales: el ‘petting’, que un sentido amplio alude al intercambio de muestras de afecto, en una especie de juego amoroso y placentero, en el que todo está permitido, excepto el coito.

Caricias sexuales
Cuando el nivel de excitación ha alcanzado el grado máximo en la pareja, es el momento de concentrarse en las zonas sexuales. Entonces surgen preguntas como ¿por dónde empezar?, ¿dónde le gusta más?, ¿con qué se puede acariciar?, ¿existe algún truco que le vuelva loco?

¿Por dónde empezar? Toda la zona que rodea el sexo masculino es altamente sensible: el interior de los muslos, los glúteos y la parte inferior del vientre. Éstas pueden ser buenas zonas por las que empezar, así crearás una expectativa muy excitante. Pero estos preámbulos no han de durar demasiado porque la espera podría ser tan insoportable que crearía el efecto contrario al buscado.

¿Qué zona del sexo es la más sensible a las caricias? El frenillo del glande es la zona más reactiva al placer en el hombre. También la corona, el glande, el tronco, los testículos y la zona que rodea al ano. Cada uno tiene sus preferencias por eso hay que averiguar qué es lo que le gusta más a nuestra pareja, a través de la comunicación y la experimentación.

¿Con qué intensidad y ritmo? Depende de los gustos, pero hay una norma general que dice que cuanta más sensibilidad se tenga en un punto, mayor suavidad se ha de aplicar. Lo mismo ocurre con el ritmo de las caricias. No siempre una velocidad alta es sinónimo de mayor placer. Déjate guiar por sus reacciones y dile que te enseñe cómo le gusta. El resto es cuestión de práctica.

¿Qué parte del cuerpo se puede utilizar para acariciar? Fundamentalmente tus manos. Pero puedes probar a acariciar con otras partes muy sensuales que, aunque no sean tan hábiles, pueden resultar más excitantes. Senos, pies, labios o boca, también puede procurar un placer intenso.

¿Algún truco para potenciar la excitación? Potenciarás el efecto de acariciar su cuerpo si lo acompañas con las caricias de la mente: las palabras. Dile lo mucho que atrae, que le deseas, demuéstrale todo el placer que él te da, pregúntale si le gusta lo que le haces y qué más quiere de ti…Díselo despacio, rápido, fuerte o suave, según el momento. Descubrirás el efecto afrodisíaco de las palabras.

Caricia interior
Es una técnica sexual que consiste en acariciar el sexo con el sexo. Para ello el pene ha de penetrar en la vagina y se ha de mantener así, sin moverse. La caricia se realiza cuando el hombre contrae los músculos de su perineo, por lo que se levanta y acaricia el interior de la vagina, y la mujer aprieta su vagina alrededor del sexo de su pareja, respondiendo a los movimientos del otro. La posición más propicia para esta caricia es acostados los dos de lado, tu espalda contra su vientre.

Las ventajas son muchas. Además de experimentar algo nuevo y muy agradable, puede ayudar a los hombres que tienen tendencia a eyacular demasiado rápido, a aguantar más, ya que la estimulación física, al ser más ligera, consigue contener la excitación.